Hubo una interesante discusión en
E-PD sobre la ciencia en Cuba a partir de un escrito de César Reynel. Debo decir que, cosa rara, los argumentos predominaron sobre los insultos. Opiniones encontradas, polémicas, pero bien argumentadas. La discusión no agotó el tema.
Casualmente hoy viene en
Granma una noticia respecto a una vacuna terapéutica contra el cáncer creada por el Centro de Inmunología Molecular. Más leña al caldero.
Aquí mis intervenciones con algunas correcciones de estilo:
Me tocó de cerca el globo del PPG. Trabajé coordinando con Salud Pública los ensayos clínicos. Escogimos policlínicos, consultorios del médico de la familia y hasta asilos de ancianos. Grupos de control por sexo y edad. Placebo y distintas dosis, los pacientes asignados al azar a los tratamientos. Como manda el librito.
Entonces comenzó el frenesí. Se construyeron plantas del medicamento por todo el país. Un poco más al norte del CNIC se edificó lo que la gente llamaba el Cenicito, una miniatura arquitectónica copia de su progenitor y destinada a tal fin.
En reuniones los cuadros sacaban sus cuentas de bodeguero. Con medio día de producción pagamos todas las inversiones. Para 2000 seremos los mayores mundiales productores de esta Viagra tropical .
Una mañana, en medio del experimento clínico y sin haber concluido, leo el titular del Granma con letras rojas:
“PPG: otro gran éxito de la ciencia cubana.”
Ahí mismo me quité de todo. Cómo explicarle a una simple prueba Chi-cuadrado que el Comandante acierta con un 100% de nivel de significación? Ya lo dijo el poeta:
“La política tiene razones que la razón estadística no alcanza a comprender.”
Cuando hoy camino la Habana escucho el llamado, casi en susurros:
“Psh…Puro… puro, quiere PPG?”
“Eso es una mierda, prefiero el viagra”
Nuestro aguerridos bisneros los más cultos del mundo, me replican:
“No es para “eso”. Para el colesterol, puro.”
Algún que otro turista incauto cae en la trampa.
Tengo, sin embargo, un solo recuerdo agradable de todo este cuento. En uno de los asilos del Cerro escogido como muestra, al parecer provocado por la acción del fármaco, asistí al matrimonio de una pareja de ancianos. Tenían 90 y 88 años pero ya se sabe, nunca es tarde para el amor. El novio se veía muy feliz. Me llamó aparte con aires de conspirador:
“Docto. No tiene unas pastillitas extras pa’la luna de miel?
El pobre no sabía que estaba en el grupo de los placebos!
No creo que la tecnología (y la ciencia cubana) hayan sido un éxito rotundo. En esto hay más rollo que película. Pero aún cuando el globo se desinfle quedará un nivel decente de desarrollo, para ser un país del tercer mundo de las dimensiones del nuestro.
Es más, pienso que si algún día salimos del hueco en que estamos será gracias a esa capacidad intelectual desarrollada en los años de la revolución, hoy en buena medida desperdigada por todo el universo cual judíos errantes.
Con ron, tabaco y mulatas jamás vamos a dejar el subde. La Industria Farmacéutica y la del Software son dos áreas con un potencial de desarrollo enorme. En ese sentido soy optimista de cara al futuro. Hay gente, dentro y fuera, que saben hacer las cosas, tienen un poco de experiencia y ha sido creada una mínima infraestructura, que se puede potenciar con inversiones inteligentes.
La apuesta por la biotecnología y otras industrias de punta constituyó una visión estratégica correcta en su momento, si no despegó fue por culpa de un sistema que ahoga todas las iniciativas y un Biotecnólogo en Jefe haciendo las cosas por puro capricho, sin entender cómo funcionan las reglas de un mercado tan competitivo.
Uno de los errores iniciales del llamado Polo Científico fue en querer hacerlo todo; investigación, producción a media y gran escala y comercialización. Se perdieron tiempo y oportunidades preciosas. Actualmente se ha rectificado esa política. Por ejemplo los anticuerpos monoclonales de Lage se vendieron como patentes en varios países ( entre ellos Japón). Pero las fallas de origen persisten.
Los científicos y tecnólogos cubanos son, en general, tremendamente dedicados. Sin exageración, no he visto a nadie en el mundo hacer más con menos recursos. De ellos podría decir como del Cid Campeador:
“Qué buenos vasallos serían si buen señor tuvieran.”