martes, 22 de septiembre de 2009

Los porqués del escaramujo




La Plaza, sin otro apellido, suele ser identificada por los habaneros como un lugar de largos discursos y marchas combativas. Mi memoria personal de la explanada se asocia con las preguntas de un niño. Sus interrogantes no por repetitivas dejaban de tener ocultas razones.
Imágenes del concierto de ayer, con Silvio cantando El Escaramujo, trajeron otra vez el recuerdo de mi hijo y sus múltiples cuestionamientos.
Cada vez que el asmático VW bajaba, agradecido, la loma de Zapata y Paseo, el mismo diálogo con mi retoño se repetía:
-Mira a Fidel, afirmaba desde toda la seguridad de sus cuatro años.
Al principio pensé en un desvariado producto de la fantasía político- ideológica que los infantes cubanos suelen tener. Pero su dedo índice apuntaba firmemente a la estatua vigilante, para cinco segundos después empezar a dudar:
-Ese es Fidel o Martí?
Ante mi respuesta, volvía a su obstinación:
-Es Fidel, me lo dijo la seño.
La confusión no era un comentario casual a un compañero de ruta. Me daba cuenta de que, en su visión infantil del mundo, Martí y Fidel tenían algo en común: ambos formaban parte de la Historia. En su propia escala cronológica, el Moncada y Peralejo tuvieron lugar allá, en el mismo remoto pasado que tal vez, algún día, le toque reinventar.
Guardaba mi mejor argumento para cuando cruzáramos frente a la efigie en cuclillas:
-Fíjate, no tiene barba.
Así lograba callarlo por unos segundos. Pero el pequeño príncipe no se daba por vencido tan fácilmente. Pensativo, volvía a la carga con otra pregunta a la que, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, le habría de encontrar un sentido premonitorio:
-Y por qué está siempre cag….?
Saber no puede ser lujo.