domingo, 18 de enero de 2009

Carta al presidente




Últimamente se ha puesto de moda por parte de algunos compatriotas el escribir cartas al presidente de EU con miles de sugerencias respecto a las relaciones con Cuba. No ajeno a esta tendencia, hace algunos meses escribí una al ahora saliente. La eché al mar en un zapato, sé que los prefiere a las botellas, y esperé pacientemente por una respuesta que nunca llegó. Como quiera que le quedan pocas afeitadas en la Mansión Blanca hago pública la misiva para la Historia. Después no venga diciendo que le aconsejaron mal! Está, naturalmente, un poco desfasada en el tiempo. La escribí en un contexto de comisiones haciendo planes para liberar y una delirante campaña exhortando a hacer bulla en el país que inventó los ruidos.

Honorable Presidente,

Ante el sonado fracaso de la operación “El Ocho a las Ocho”, con
grandes bajas de nuestra parte, le propongo un nuevo plan para
liberar a Cuba de la dictadura castro-comunista. Su diseño es bien simple.
La primera fase empieza con el regreso a Cuba de toda la diáspora. A primera vista la idea parece descabellada, pero si lo mira detenidamente entre el exilio vertical, el horizontal y su descendencia sumamos un ejército de más de dos millones. La mayoría de nosotros puede regresar legalmente, los otros tendrán que usar la ruta Cayos de la Florida-Playas de Cuba en sentido inverso. Seguro estoy que podremos contar con nuestros aguerridos lancheros para la tarea.
Yoani explicó lo que sucede una vez en la isla. Te meten preso dos semanas, con buenos colchones además. Claro que no hay cama pa’tanta gente. Pero ahí está la genialidad de mi plan; los ahogaremos numéricamente.
Las prisiones castristas tiene, a lo sumo capacidad para 100, 000 personas más, al resto tendrán que alojarnos en antiguos albergues del INIT o en Escuelas al Campo, lo cual resultaría beneficioso para la moral de las tropas al traernos tiernos recuerdos de la adolescencia. Allí perdimos la virginidad o recibimos el primer tomatazo en la cabeza. Con suerte llegaríamos a tiempo para la gira de Silvio.
En la segunda etapa, libreta de abastecimientos en mano, empieza la ofensiva final. Las protestas se vuelven masivas. La cola de Coppelia da cinco veces la vuelta a la manzana. Todo el mundo pone el radio a máximo volumen con música de Chirino. El barullo que vendra llegando se podra oir hasta en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra.
El consumo desenfrenado de picadillo de soya, masas de oca y perro sin tripas acabaría de golpe con la comida. En esto los del exilio tendremos que llevar el peso, porque los compatriotas de la isla están más que saturados.
Como daño colateral y ante la falta de productos tan esenciales, Anita Snow, la corresponsal en plan de adelgazar, se vería obligada a pedir traslado al África subsahariana para continuar con su dieta.
El consumo de electricidad se multiplicaría por diez. En unas pocas semanas es difícil dejar los hábitos derrochadores capitalistas. Propinariamos de esta forma un formidable golpe a la Revolución Energética. Ni hablar del colapsado transporte ni de la escasez de agua.
En días de movilizaciones gubernamentales podremos bloquear los accesos a la Plaza, acordonar la Quinta Avenida o tomar el parque de Calzada para contrarrestar los mítines de repudio.
En resumen crearíamos un caos total. Tan grande que el gobierno se vería obligado a pedir ayuda humanitaria y la intervención de los cascos azules de la ONU, quiénes en un plazo de seis meses convocarían a elecciones, llamando al voto unido, qué para eso son las Naciones Unidas.
Me permito sugerirle algunas consignas movilizadoras:

“El ocho a las ocho nos vamos todos de la Calle Ocho”

“Del Versalles a la Bodeguita sin perder la sabrosura”

“Adelante cubanos; Yoani y Menoyo nos señalaron el camino a seguir”
(toda una tragedia i griega )

Menciono un último detalle necesario para llevar el plan a vías de efecto: financiamiento. Necesitamos algunos millones, pero el plan es barato si se le compara con otras guerras. Considere para empezar el petróleo a pocas millas de la costa americana, cierto que varios metros bajo el agua.

Después de la victoria, la unidad nacional será más fácil de mantener que en las calles de Bagdad. Sólo basta mandar a los policías para sus municipios originales, prohibir las barbacoas y hacer que Santiago e Industriales se alternen en la consecución del Campeonato Nacional de pelota.

Liderazgo no nos faltara. Diaz-Balart estaría siempre dispuesto a sacrificarse por la causa cuando de financiamiento se trata pero le necesitamos en la retaguardia congresista. A Montaner debemos preservarlo para escribir la historia de los vencedores. Tengo esperanza en que alguien surja espontáneamente, las grandes causas generan grandes líderes.

Tenga a bien considerar la expresión de mis más altos sentimientos cordiales,

Pi

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